Vacunas

A partir del momento en que fue detectado el brote de la enfermedad por coronavirus COVID-19 en la provincia china Wuhan, el 31 de diciembre de 2019, el mundo cambió para siempre.

Aun cuando se tenía la esperanza de que esta enfermedad con características de epidemia seria controlada en un plazo de tres meses gracias al desarrollo de la medicina en esa potencia y que la lejanía con respecto a muchas naciones garantizaría no ser víctimas del contagio, pronto la realidad demostró que estábamos ante una pandemia derivada de la transmisión de un virus con amplísimo poder de contagio.

En nuestro país, el primer caso sospechoso por COVID-19 fue confirmado el 6 de marzo del 2020 cuando se determinó que una turista norteamericana de 49 años de edad, aislada con su pareja en un hotel de San José, llegó a Costa Rica con su esposo el domingo 1 de marzo, al aeropuerto Juan Santamaría y que visitaron Alajuela y Puntarenas.

Tal situación motivó a las autoridades a realizar las investigaciones para darle seguimiento a las 152 personas que viajaron en el vuelo que los trajo a nuestro país, así como a quienes los atendieron en los distintos centros turísticos que visitaron.

Pocas semanas después el país entró en estado de emergencia sanitaria como resultado de varias muertes atribuibles al COVID-19.  La historia a partir de ahí es harto conocida por todos los ciudadanos que fuimos víctimas del terror que nos llevó a estar confinados en nuestras casas y con un desastroso saldo para todas las actividades productivas de las que aún no nos sobreponemos.

La lucha por sintetizar vacunas que pudieran inmunizar a la población provocó una frenética carrera de las farmacéuticas por lograr un antídoto eficiente, que luego de muchos meses comenzó a llegar a nuestro territorio para comenzar una campaña de vacunación, primero a los adultos mayores y luego al resto de los estratos de la población.

El tema de las vacunas se convirtió luego en una escaramuza de los que estaban a favor, versus los que estaban en contra y surgieron las interrogantes de cuanto se pagó por el envío de las vacunas, la calidad de las mismas, si hubo negocio personal de funcionarios del Gobierno y sobre todo si las medidas de contención debieron aplicarse por el tiempo que estableció el decreto de emergencias sanitaria, además de los cuestionamientos de si bastaba una, dos, tres, cuatro y hasta cinco dosis.

En el devenir de estos acontecimientos se detecta la presencia de otro brote: la viruela del mono e incluso en potencias económicas como Estados Unidos se comprueba con horror la aparición de casos de poliomielitis.

En conclusión, dentro de la relativa normalidad en que vivimos, casi todos los individuos estamos sometidos a la tiranía de los virus y las vacunas.

¿Qué sorpresas más nos esperan acerca de la posibilidad de que sigamos siendo víctimas de nuevos virus creados por la naturaleza como resultado de cambio climático, la resistencia a los antibióticos o bien virus sintetizados infernalmente en laboratorios de países que quieren imponerse sobre otros?  Todo es posible.