Sequía de ideas

Estamos inmersos en la campaña política que definirá quienes serán los encargados de dirigir los destinos del país desde el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, durante los próximos cuatro años. Confiamos que este proceso culmine en febrero próximo por el bien de la economía costarricense, esto porque en caso de ir a una segunda ronda electoral será necesario destinar más recursos y ampliaría la incertidumbre en la ciudadanía costarricense.

Aunque apenas estamos en el inicio, todo apunta que esta campaña será muy diferente de otras por varios factores. Uno de los principales es el abstencionismo que de acuerdo a las encuestas será igual o incluso mayor al registrado hace cuatro años.

Es cierto que la política ha dejado de ser una de las pasiones de los costarricenses por múltiples razones, dentro de la que sobresale la corrupción que cada día muestra signos de estar más profundamente arraigada en nuestra sociedad y de ejecutarse con nuevas y sugestivas formas por parte de seres individuales o de grupos.

La corrupción es un cáncer que consume lentamente nuestra democracia y sus efectos, en algunos casos, son manifiestos y evidentes, pero en otros opera en forma más oculta y con ramificaciones más complejas porque son ejecutadas mediante siniestras alianzas entre el poder económico y la clase política.

La falta de cumplimiento de las promesas de campaña es otro elemento que ha erosionado el proceso electoral y al mismo tiempo ha minado considerablemente la confianza de los electores que ahora son más críticos y tienen más acceso a la información gracias a las redes sociales y la facilidad de accederla desde dispositivos móviles.

Pareciera que en la presente campaña electoral algunos elementos de campañas anteriores se repiten, en tanto que surgen otros nuevos, como es retomar el tema del ¿comunismo? como elemento que podría atentar contra nuestra democracia, cuando es de sobra conocido que este movimiento político sucumbió y que países como Rusia y la República Popular China, sus principales promotores, hoy son más capitalistas que Estados Unidos.

Sin embargo, lo que más preocupa es la falta de ideas que pareciera ser un denominador común en los candidatos a la presidencia y que ante esta incapacidad de generar un proyecto político novedoso recurren al fácil expediente de ofrecer elevar los miles de empleo, de realizar las obras de infraestructura que requiere el país y de resolver el problema de la vivienda, por citar solo algunos.

Salir a las calles a hacer promesas es muy fácil, lo difícil es lograr respuestas un tanto convincentes acerca de ¿Cómo van a cristalizar en hechos esas promesas?

Un elemento más que nos debe preocupar a los electores es la renuencia que tienen los candidatos a presidente, vicepresidente y diputados a participar en debates donde puedan confrontar sus ideas y como ocurre en los concursos de belleza, seducir a algunos ciudadanos con sus ideas para que voten por ellos en febrero del 2014.

Los debates ahora casi siempre se circunscriben a formular propuestas que no generan debate ni a exponer ideas que contribuyan a ponerlas en práctica o incluso mejorarlas. Al final de estos tímidos ensayos de exponer ideas y proyectos, las informaciones periodísticas se resumen en titulares como éstos “El debate político de ayer finalizó en un empate técnico” o “La mayoría de los candidatos coincide en que el principal problema que deben enfrentar es (la corrupción, el narcotráfico, el déficit fiscal, el desempleo, etc.).

La verdad es que de cara a las elecciones del 2014 es poco lo que cabe esperar y lo más grave es dejar de votar porque es una actitud irresponsable, al fin y al cabo el abstencionismo favorecer al candidato que tiene la mayoría, aunque éste sea el más mediocre o lo peor del caso y que llegue a la presidencia un ciudadano que ejerza un gobierno populista como los que existen en América Latina; que en nada contribuyen al desarrollo local o regional.