Ha saltado a la opinión publica el tema de los salarios exorbitantes que miles de servidores del sector publico reciben cada mes, algunos obscenamente repulsivos; de las pensiones de lujo logradas al amparo de regímenes especiales y más recientemente de las convenciones colectivas que ofrecen a sus beneficiarios privilegios desarraigados de la realidad.
Durante años el monto de tales salarios, pensiones y granjerías, adquiridas por los convenios colectivos se mantuvieron bajo un celoso secreto, sabedores sus beneficiarios que constituían una bofetada para el resto de los trabajadores del sector privado, y sobre todo de los trabajadores y profesionales jóvenes, los agricultores y los obreros, por citar solo algunos casos.
Ahora que algunos diputados y el mismo Gobierno han abierto esta caja de Pandora o más bien han dejado al descubierto este tesoro de Alí Babá y con el apoyo de los medios de comunicación y el eco que han provocado en las redes sociales, se ha develado la magnitud económica; los beneficiados de los mismos levantan sus voces y en el caso de los dirigentes sindicales anuncian manifestaciones públicas y profieren amenazas al mejor estilo de las que se producen en las dictaduras.
Por décadas trabajar en el Gobierno, no era ni atractivo, ni representativo de un gran salario; excepto, claro está, el de los presidentes, vicepresidentes, ministros, viceministros, oficiales mayores y un reducido grupo de oficinistas. El resto, o sea esa gran masa de trabajadores de salario inferior, en razón de esta situación realizaba sus labores normalmente.
Sin embargo, con el devenir del tiempo, llegaron los gobiernos populistas con sus programas de bonos de vivienda, salarios escolares, nombramientos de asesores y consultores para darle la posibilidad a los “pega banderas” de adherirse a esa inmensa ubre, que alimentamos todos los pobres mortales vía impuestos.
Aclaramos que no son todos los funcionarios públicos los que deben ser medidos con este mismo rasero, porque existen muchos que cumplen su labor a cabalidad con salarios modestos y se pensionan con un historial de trabajo impecable. Para ellos nuestro respeto y reconocimiento.
Pero del otro lado están los sindicalistas, los que han hecho carrera a punta de reuniones, asistencia a eventos sindicales aquí o en el exterior, ocupando cómodas oficinas y buenos salarios, nada más por su sacrificado trabajo de defender las ¿causas de los trabajadores?.
Muchos de los vicios actuales derivaron también de la época en que el Estado se metió a empresario y comenzó a crear industrias para producir cemento, para industrializar algodón, para operar servicios de transporte de personas, de ferrocarriles o administrar los puertos y un sinnúmero de actividades productivas.
Con el tiempo se demostró que tal modelo no servía y fue necesario desmantelar el Estado empresario, pero los vicios adquiridos por sus trabajadores, al amparo de ese sistema, no terminaron y por el contrario se adaptaron con asombrosa capacidad para mantenerse hasta hoy.
Hoy que se descorre el velo de misterio que existe en torno a los jugosos salarios, las pensiones de lujo y las decenas de granjerías de las convenciones colectivas, convendría entrarles de lleno a las juntas directivas. Saber a ciencia cierta a cuánto ascienden las dietas que se pagan en los bancos, instituciones autónomas y otros entes del Estado; así como cuánto cuestan los almuerzos, las cenas, los pago por concepto de transporte y los viajes.
Creemos que si así se hiciera nos llevaríamos tamaña sorpresa el darnos cuenta cuánto le cuesta al pueblo/camello esa meritocracia que creció tan desmesuradamente, que consume los presupuestos de las instituciones y no permite la inversión en obra pública.
Hay que reconocerle a la administración Solís Rivera que ha abordado este tema con valentía y que mantiene la intención de recortar gastos a fin de presionar menos sobre el déficit fiscal. Creemos que una reforma fiscal, que desde luego conlleva sacrificio, seria recibida con menor apelación si de verdad terminaran muchos de los odiosos privilegios que nos dividen.
No se trata de que nadie se empobrezca, porque salarios o pensiones superiores a un millón, que ganan una amplia mayoría de burócratas y ex burócratas, es suficiente para vivir con dignidad.
Abramos los ojos, denunciemos y luchemos contra estas diferencias, con los ojos puestos en Grecia y otros países de Europa, antes que lleguen los tiempos realmente difíciles y el enfrentamiento sea en las calles y no precisamente con marchas y protestas.