Incendios que consumen miles de hectáreas en Canadá, Australia, Hawái, por citar solo tres territorios, un acelerado deshielo en la Antártica, repentinas inundaciones en ciudades y pueblos donde por espacio de siglos las condiciones climáticas habían sido normales, socavones en carreteras que literalmente se tragan vehículos y casas, sequías que hacen aparecer en lagos pueblos, que por espacio de años estuvieron sepultados bajo la superficie del agua, forman parte de nuestro mundo en la actualidad.
Parecieran ser temas de películas de terror, pero lo cierto, es la cruda realidad que afronta el planeta como resultado del cambio climático, término muy romántico que en realidad debería ser cambiado por el de “suicidio colectivo de la humanidad”, por la paulatina y sistemática destrucción de la tierra, o más claro su hogar… su hábitat.
Los factores que más influyen en el clima y el aumento de la temperatura de la Tierra son la quema de combustibles fósiles y la tala de bosques. Enormes cantidades de gases así producidos se añaden a los que se liberan de forma natural en la atmósfera, aumentando el efecto invernadero y el calentamiento global.
Estamos solo a la mitad de 2023 y se han roto tantos récords climáticos que algunos científicos hacen sonar la alarma, temiendo que podría ser una señal de que el planeta se está calentando mucho más rápido de lo esperado.
El mundo ya es 1,2 grados centígrados más cálido que en la época preindustrial, y se pronostica que los próximos cinco años serán los más calurosos registrados.
En un tuit Brian McNoldy, investigador asociado senior de la Escuela Rosenstiel de Ciencias Marinas, Atmosféricas y de la Tierra de la Universidad de Miami, calificó el aumento de las temperaturas del océano y del aire como «totalmente loco».
¿Es este panorama ajeno a lo que ocurre en Costa Rica? Por supuesto que no, hay varios factores que por el momento pareciera que nos mantienen alejados de este aterrador panorama, como haber establecido una política de protección de nuestra biodiversidad.
Fue durante la administración de Rodrigo Carazo en 1978 que se publicó el decreto que le confirió a la Isla de Coco la condición de Parque Nacional y que la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) en 1997 la declaró Sitio Patrimonio Natural de la Humanidad. Este acto dio inicio al establecimiento de 32 parques nacionales y 51 reservas de vida silvestre.
También hemos avanzado en el control de emisiones, gracias a la revisión técnica de vehículos y las iniciativas que llevan a cabo empresas e instituciones para clasificar y reciclar o reutilizar desechos valorizables.
Sin embargo, el país tiene una inmensa deuda en cuanto al tratamiento de aguas negras que todavía, pese a algunos esfuerzos, desembocan en los ríos y llegan al mar en detrimento de la vida marina y el perjuicio para la pesca.
La tala indiscriminada es otro de los temas que urge atender, a fin de evitar catástrofes como la ocurrida el pasado15 de julio en Aguas Zarcas del cantón San Carlos, donde se produjo el deslizamiento de al menos 40 hectáreas de terreno montañoso, que llegaron al cauce del rio del mismo nombre y provocaron cabezas de agua que arrastraron material como troncos, piedras y barro, dejando como resultado la destrucción de comercios y casas en ese poblado.
Otro tema que debe ser abordado con seriedad es evitar las construcciones en precario cerca de las márgenes de los ríos, tanto en la capital como en provincias, tomando en cuenta que factores como El Niño o La Niña provocan lluvias intensas que elevan el caudal de los ríos y dejan como resultado inundaciones.
La lista de acciones que deben adoptarse para que el país se libre de los efectos del cambio climático es muy amplia y debe comenzar por cada uno de nosotros.